El “paladar” humano no conoce límites, no sólo se come todo lo que no sea de su propia especie, sino que lo hace sin importarle en absoluto el padecimiento de algunos animales. Al tope de estos malos tratos, estarían los crustáceos como langostas, cangrejos y otros especimenes alejados del entorno emocional del ser humano. Los crustáceos son arrojados al agua hirviendo dentro las ollas de los gurmets y otras personas de paladar “refinado”, sin el más mínimo reparo por el padecimiento que pudieran experimentar.
Estos animales deberían ser sacrificados antes de ser sumergidos en agua hirviendo, pero debo confesar que no conozco acerca de un modo humanitario para sacrificarlos antes de cualquier procedimiento de cocción.
Confío en que algún biólogo que lea este artículo pueda hacernos llegar una solución, con la que se pudiera tratar de cambiar esta cultura, sobre todo difundida por aquellos gourmets con espacio en los medios y seguidos atentamente por mucha gente.
Soy consciente de que este artículo podría sorprender a algunas personas. Otras dirán que la propuesta es poco práctica, (por no decir que no están interesados en un sufrimiento que les resulta ajeno). Afortunadamente existe un tercer grupo en crecimiento que comparte con nosotros el verdadero sentido de esta nota en cuanto a abstenerse de causar dolor o ansiedad a seres que no tienen opción.
Ser piadoso con las especies que menos conocemos es simplemente cuestión de ampliar nuestros horizontes morales y concedernos el beneficio de la duda cuando se trate de juzgar si un determinado manejo puede causar o no sufrimiento.
Martha Gutiérrez